Según Hegel, la brutalidad ejercida y desarrollada durante la Revolución Francesa no dejó de ser otra cosa que la brutalidad mísma. Una vez derrocado el enemigo, ésta perdió su objetivo primitivo y se volvió en contra de los actores de la mísma.
Eso me hace pensar en los movimientos anticapitalistas que se autodenominan así.
El mismo prefijo “anti” ya anula un movimiento positivo-constructivo. Es reflejo de la negatividad en la acción. Su objetivo fundamental es la aniquilación del enemigo agresor.
Admitiendo que la acción en sí pueda ser correcta en cuanto a su sentido de autodefensa, la autodenominación limita las acciones posteriores al triunfo hipotético.
El lenguaje verbal es miserable por insuficiente para expresar ideas tanto racionales como espirituales. Pero es la herramienta más utilizada de las que disponemos para expresarnos tanto social como políticamente y la mayoría de las veces es el reflejo de la profundidad de fundamento que hay detrás de ella.
Un movimiento social necesita saber quién es su adversario, enemigo, agresor, etc., para combatirlo racionalmente con eficacia, pero resulta frustrante si nuestro lema, nuestra identidad es sólo la de aniquilarlo.
Alberto Torralba Campos
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